En Constelaciones familiares se entiende por Amor ciego aquél que se expresa desde el Alma de forma inconsciente en la que se establece una lealtad invisible con un ancestro de nuestro sistema familiar, de tal forma que seguimos y nos sentimos atraidos por el destino de este ancestro, lo cual, puede llevarnos a repetir experiencias, síntomas o patrones de conducta que no son nuestros, o bien, a sentir una obligación profunda de posicionarnos de una forma muy estricta ante una situación de la vida, que en realidad persigue reparar o solucionar un conflicto de la vida del ancestro al cual sin saberlo estamos amando y siguiendo ciégamente en su destino.
En realidad, no tenemos opción a dejar de amar ciegamente y todos lo hacemos desde el Alma sin saberlo. Este ¨Amor¨ lo que persigue en realidad es que ningún destino quede relegado al ámbito del olvido, sino se ha realizado en su momento en la vida del ancestro como un destino pleno y divino. Por ese motivo, el concepto de libre albedrio no existe al estar sujetos a este amor ciego que nos mantiene aprisionados en el juego de las lealtades invisibles y las reparaciones de sucesos de los que no somos para nada conscientes.
Este amor ciego por muy romántico que pueda parecer es una trampa que nos mantiene alejados de nuestro propio destino. Cuando hablo de nuestro destino, me refiero el despertar al recuerdo del Espíritu increado en nosotros, más allá del inconsciente familiar y colectivo, lo cual se produce al deshacer las lealtades invisibles mediante la Honra a cada destino así como fué, y al tomar la Vida exactamente como se nos ha dado por nuestros padres. Es en ese momento que el concepto de Amor tal cual lo conocemos, pasa a ser más bien un amor que va desde lo Externo en la búsqueda del objeto o sujeto amado a lo Interno, alentando la reunificación de nuestro Yo absoluto, mediante la fusión de nuestro femenino y masculino sagrado. Un Amor que es pleno e incausado, que no necesita ni especula, que respeta y Honra todo como Es, pero que se mantiene fiel a si mismo en su identidad Divina.
Marcos Lezo
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